Lo primero es saber qué es o significa ser asertivo. Para mi sorpresa es una palabra que ni siquiera aparece en la Real Academia Española (RAE), la cual nos remite al adjetivo «afirmativo» (de aserto). Con este panorama es normal que nos cueste decir «NO», en una cultura impregnada de estigmas y recelos ante la posibilidad de decepcionar o no poder agradar a todo el mundo.
La asertividad podemos definirla como un punto intermedio entre la agresividad y la pasividad. Una persona asertiva no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos de una forma consciente, congruente, clara, directa y equilibrada.
Se trata de poder comunicar tus ideas y sentimientos o defender tus legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar a los demás.
En definitiva, es más fácil a corto plazo decir «SÍ» que «NO». El problema es que a la larga acaba menoscabando tu autoestima. Es materialmente imposible quedar bien con todos. Además de denotar una falta de madurez e inseguridad y de querer afrontar la realidad.
En los procesos de Coaching una de las variables que se repiten sistemáticamente como brecha o área de mejora es una baja Autoestima. Y la falta de asertividad está casi siempre presente.
Está el temor ancestral al rechazo. El pánico a no cumplir las expectativas que otra persona tiene o espera de ti.
La mala noticia es que mantener esta actitud de forma continuada acaba produciendo mella en la personalidad de las personas. En su propio respeto y en la imagen que proyectan al exterior.
Y es en la faceta profesional donde más se manifiesta. Es una forma de evitar conflictos. De poner límites a tu autonomía y de acabar siendo una persona sin criterio. Servil y por tanto sin opinión válida para tus interlocutores con el paso del tiempo. Se pierde esa actitud crítica que bien enfocada permite el cambio y la mejora continua como persona.
Como anécdota recuerdo mi etapa de consultor para una compañía multinacional de automoción en que la palabra que primero aprendían en español los directivos de la matriz era «mañana». Cuando solicitaban al empleado de la filial española cualquier trabajo o información éste optaba generalmente por esa «opción» antes de decir «NO». Era la forma de evitar quedar mal o sentirse “incompetente” aunque no fuera su obligación o función.
Como todo, la “asertividad” se puede entrenar. Podemos incorporar objeciones y puntos de vista contrarios sin por ello necesariamente entrar en conflicto ni tener un sentimiento de culpa.
Es un equilibrio entre tu respeto y el respeto por lo ajeno. En esa intersección se ubica la Asertividad.
Por su parte, la comunicación no violenta es una piedra angular en la “asertividad”. El cómo decimos las cosas es, en ocasiones, más importante que el propio qué. Se trata de ser capaces de dar nuestra opinión y basarla en hechos objetivos sin entrar en planos personales ni descalificaciones.
Lo que otras personas piensen o interpreten no está en nuestras manos. Y lo seguirán haciendo queramos o no. Por ello, debemos aprender a defender nuestros puntos de vista de una forma ordenada, respetuosa, coherente y ecológica en el tiempo.
Decir NO cuesta al principio. Pero con un poco de práctica produce múltiples beneficios. El primero en la autoestima de las personas y como consecuencia inmediata en la imagen que proyectan al exterior.
Ser asertivo no implica decir NO indiscriminadamente. Pero tampoco debemos confundir ser un “pitufo gruñón” con el servilismo. La virtud, como siempre, está el punto medio.
Reuniones, trabajos, opiniones, desarrollo profesional, encargos, favores, compras innecesarias … Piensa por un momento en todo aquello que podrías cambiar con una simple palabra.
¿NO?
Deja un comentario